martes, 22 de enero de 2008


Mi boca es un arma mortal a la hora de querer expresarse. Lanza perdigones cual si fuera veneno escurriendo bajo la insípida saliva. Amar se le hace poco. Quisiera gritar y soltarse de los tapujos que la sociedad libera sin vergüenza. Pero mi boca al querer expresar, lastimosamente se requiebra y lastima al joven sentimental que la compadece siempre.

Y mi boca ciertamente le pertenece a alguien. Soy yo que lamentablemente se esconde como guionista de una historia dolorosa y cruel. Planea equivocadamente. Se ríe de su poder creador, sin embargo, el producto no es arte, si no más bien, destrucción. Se posesiona de la escoria humana, de los valores basura que todo asesino quiere proyectar en su víctima. Pero sucede que amo demasiado como para causar el mal a alguien. Soy un personaje que usa su boca para hacer de malvada unos instantes. Envenena con la acidez de alguna palabra o actitud violenta, pero el abrazo y la mirada tierna siempre convencen. Él convence de todo. Tranquiliza y seduce con su voz pacificadora y yo caigo rendida y humillada por mi patética actuación.

De mi boca el veneno y el amor a la vez. Decir que no lo quiero es erróneo. Decir que su compañía me ahoga, es una equivocación. Mi entrega va en forma de besos. Besos verdaderos. Él me acoge y soporta la lentitud de mi efusividad. Respeta mi flojera y calla cuando mi mirada se pierde lejos de nuestra circunferencia intima. Pero sé que él reclama mi desconfianza, mi indecisa entrega, mi absurda timidez. ¿Y qué hago yo? Lanzo los perdigones fuera de estos labios dulces y termino convertida en la asesina autodidacta.

Disculparme por tener esta boca, no sirve de nada. Sé que también me desea en la oscuridad del cuarto, en la huida de los viernes, en la secreta cápsula del deseo mutuo. Sé que mi boca es agria y altanera, pero todo se olvida cuando él la absorbe con su insipiente textura masculina. Ambos en la ingenuidad del amor, nos reencontramos en la juntura de labios y las lágrimas se discurren en un mal sueño nocturno. Eso lo sé. Sé que la reconciliación no bastará; y sé también que las secuelas quedan, aunque retrate un te amo en mi amargada piel de hembra o resucite a San Valentín para que nos regale una cita con Dios.

Te quedarás pensando como ángel incauto en una caverna. Llegará la noche y recordarás cada petulancia salida de mi boca. Fabricarás ideas de muchacho abandonado y sepultarás tu amor en una fosa común. Y yo te pido: no lo hagas. No saborees mi estúpido veneno y la actitud banal que suelo tener contigo. Tócame tan sólo y bésame. Esta asesina también llora en silencio.
Dennis.-